Fundación Manuel Peláez Castillo, la palabra dada

Recibir tiene que venir asociado a dar, ser generoso no es un gesto con los demás sino una actitud con uno mismo, el sentimiento de protección y ayuda al otro hace sentirse parte de algo más grande y más importante que la persona individual

Con la celebración del 20 aniversario de la Fundación Manuel Peláez Castillo se cumple la palabra dada por mi marido Manolo: mantener la actividad de esta entidad a lo largo de dos décadas antes de ponerle fin a este sueño de construcción y defensa de los derechos de aquellas personas que más lo necesitan.

En estos 20 años, y a través de más de 1.200 proyectos y convenios, hemos puesto nuestro humilde granito de arena en iniciativas y programas que han tratado de ayudar al otro, pero también hemos intentado impulsar la cultura, promover la formación, estimular las iniciativas empresariales y apoyar numerosas entidades en beneficio general de la sociedad en la que vivimos. A lo largo de este periodo, se ha trabajado para ayudar a personas que han tenido que hacer frente a problemas diversos, a situaciones adversas que les han condicionado su vida, afectando por razones diferentes su incorporación plena a cuestiones tan básicas como el empleo. Por su puesto, siempre hemos estado vinculados a Proyecto Hombre y a APSA, pero también codo con codo con la Universidad de Alicante, al pie del cañón con el enorme trabajo que se hace desde Empresas Solidarias, y la Universidad Miguel Hernández, así como con tantas y tantas entidades e iniciativas sociales.

Recibir tiene que venir asociado a dar, ser generoso no es un gesto con los demás sino una actitud con uno mismo, el sentimiento de protección y ayuda al otro hace sentirse parte de algo más grande y más importante que la persona individual

El espíritu de esta Fundación se ha basado en intentar devolver a la sociedad una parte de lo que ésta aportó a nuestra familia. La generación de nuestros proyectos empresariales fue consecuencia de mucha dedicación, esfuerzo y saber estar, pero también hay que reconocer que parte de los éxitos se debieron a la confianza que la sociedad alicantina siempre puso en nosotros.

Quiero agradecer muy especialmente la colaboración y apoyo de los Patronos y del equipo de coordinación en la Fundación quienes, a lo largo de todos estos años, con su implicación y entrega hicieron que la voluntad de Don Manuel y la familia Peláez Robles pudiera llevarse a cabo.

Convencida de que recibir tiene que venir asociado a dar, que ser generoso no es un gesto con los demás sino una actitud con uno mismo, que el sentimiento de protección y ayuda al otro hace sentirse parte de algo más grande y más importante que la persona individual. Así se comportó Manolo, así me lo transmitió en todos los años que compartimos juntos, así se lo inculcamos a nuestros hijos, y así hemos tratado de seguir estos pasos por convicción y amor a él. Un horizonte temporal que fijó en 20 años a través de la Fundación, convencido de que la tarea que él inició en octubre de 2004 podría ser culminada por él y su familia.

La vida, que siempre fue bondadosa con Manolo, no le permitió que él mismo pusiera fin al proyecto Fundación Manuel Peláez Castillo.  Le hubiera encantado llegar hasta esta meta, pero a pesar de que falleció en 2014, 10 años después de crear la Fundación, nosotros, su familia asumimos la obligación de cumplir la palabra que él se dio a sí mismo y a toda la sociedad alicantina. Él prometió 20 años de Fundación y nosotros, en su nombre, hemos cumplido su palabra. Si la palabra dada por Manolo era su principal activo, nosotros, mis hijos y yo, solo hemos hecho lo necesario para estar a su altura y continuar su legado y todos los recuerdos que ello nos genera.

Poner fin a la Fundación no significa renunciar a los objetivos de justicia social, de contribución al bienestar colectivo, de corresponsabilidad con las causas y los retos comunes, la colaboración con otras entidades y con las distintas administraciones en aspectos sociales y de progreso como sociedad. No, ni mucho menos. Ahora toca recorrer nuevas veredas, en especial a mis hijos. Me gustaría pensar que los empresarios, en especial los más jóvenes, también tienen conciencia social, responsabilidad humana, sentido de la justicia, amor por la sociedad en la que desarrollan sus negocios y espíritu de filantropía.

Nada en este mundo nos es ajeno, todo lo que ocurre a alguien, aquí o en cualquier rincón del planeta, también nos pasa a nosotros. Esa fue la lección de Manolo. Pensamos que su ejemplo ha sido también continuado por familias empresarias que, a través de sus propias fundaciones, están colaborando de forma intensa con la sociedad. Gracias también a ellos por ser ejemplares.

Hoy cumplimos su promesa tras estos últimos e intensos años de labor en la Fundación. Espero y deseo, que su legado trascienda estas dos décadas y se extrapole a las nuevas generaciones. Pero como diría Manolo, no nos vamos, sólo cambiamos de forma. Manolo, palabra dada, palabra cumplida.

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