Columna de opinión de Andrés Maestre: “Terrazas”
Hacía mucho tiempo que no subía a este lugar comunitario donde pasé largas jornadas en mi infancia.

Hacía mucho tiempo que no subía a este lugar comunitario donde pasé largas jornadas en mi infancia. Como era el menor de cuatro, siempre tuve el cuidado de mis hermanas, y del resto de vecinos de una edad aproximada. Había grupos por edades, sexos o aficiones afines. ¡Allí los que juegan al fútbol, más allá las de la comba y en otro rincón los raros!, a los que les gustaban otro tipo de cosas, como inventar, dibujar, leer… es decir, los soñadores de los de «un palmo sobre el suelo». Nunca me gustó el fútbol, la comba sí –un poco- he de reconocer. Pero donde siempre me he sentido en mi hábitat es con aquellas personas que dicen cosas que parecen imposibles –a veces lo son-. Este era un grupo mixto, chicas y chicos constructores de cohetes espaciales con botes de colón –detergente en bidones donde meterse dentro-. Cantantes, actores, contadores de historias inventadas y locutores de radio en potencia. Charlatanes de todo tipo que compartíamos extravagancias en la minipandilla de vecinos en la terraza de la finca familiar.
Me quedaré en la terraza mientras dure esta crisis, porque en las redes sociales mis amigos siguen empeñándose en hablar de política y del tú más
La vida me ha devuelto a este espacio. En otro lugar, otro contexto y otros compañeros, pero con la misma esencia. Ahora lo vivo como padre de familia y cordial vecino de mis vecinos.
- ¡Buenos días, no te doy la mano por lo del decreto!
- ¿Qué tal todo?
- Aquí estamos. Jugando al basket, a las chapas, dibujando al aire libre y contándole cuentos fantásticos a mi pequeño.
Lo mismo que antes pero con un cambio de rol. Luego entro en casa y me meto en internet –como hacemos todos-. Y escribo pensamientos, redacto noticias, buceo en otros medios de comunicación y hablo con mis contactos de Whatsapp, Facebook o Twitter. Como todos. Leo mensajes que me devuelven a la realidad, y pienso: “No hemos aprendido nada”. Después de haberme emocionado con las iniciativas sociales solidarias –las aparadoras de Petrer, los vecinos que hacen la compra a los decanos de la comunidad o los músicos en los balcones- la realidad me da un sopapo en la cara. Los mensajes siguen alineados por ideologías. No importa el «qué» y continúa presente el «quién». Me entristece la alineación política incondicional de algunos de mis contactos y cierro la sesión online por hoy. Cogeré un libro, tengo una larga lista en espera que ya merecen ser leídos.
El Covid-19 nos ha obligado a variar los hábitos, pero seguimos igual de viscerales y posicionados como siempre. O de un lado o de otro. Nadie criticará a quien ha votado, como si su vida fuese con ello.
Me quedaré en la terraza mientras dure esta crisis. Lo haré porque en las redes sociales mis amigos siguen empeñándose en hablar de política, y del tú más. Que si el PP recortó, que si Sánchez dijo, que si Rajoy no sé qué… Parecía que esta situación nos estaba haciendo crecer, pero seguimos igual. Ya lo predijo Machado, y sigue vigente, “una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. No nos enteramos de nada. No se pueden dar opiniones desde la razón, porque uno de los dos bandos se te echará encima para colgarte un calificativo. Lo tengo decidido, me quedo en la terraza. Desde aquí se ve todo con una mejor perspectiva.