El turista ¿solución o problema?

¿De qué viviría Alicante sin el sustancial aporte de los turistas?¿Podemos imaginarnos a los ciudadanos de la Costa Azul, Miami o Las Vegas manifestándose contra quienes pagan una buena parte de sus nóminas y negocios?

Canarias, tropical y volcánica, se ha lanzado a la calle con una ecuación absolutista difícil de entender: «todo para el turista, pero sin el turista».

En la península, desde Gerona a Huelva nos hemos quedado perplejos (el Cantábrico es menos acumulativo en la masificación guiri e incluso española con otras alternativas más asequibles y próximas). ¿Cómo se puede ir contra la gallina de los huevos de oro? se preguntan, («hoy, que ya es mañana») nuestros políticos y hosteleros continentales, no tan saturados como los isleños, advierten: «Si España perdiera su potencial turístico acabaríamos junto a Bulgaria y Rumanía en el ranking de países pobres de la Comunidad Europea» me comentaba el otro día uno de los más importantes hoteleros benidormenses, mientras pasaban por delante de su terraza multitudinarias oleadas anglosajonas resudando bronceadores, felizmente desocupados reagrupamientos de jubileos españoles, y algunos top-mantas con sus mostradores errabundos en permanente permuta de ubicación según el humor o la presteza de la Policía Local.

¿De qué viviría Alicante sin el sustancial aporte de los turistas?¿Podemos imaginarnos a los ciudadanos de la Costa Azul, Miami o Las Vegas manifestándose contra quienes pagan una buena parte de sus nóminas y negocios?

Los últimos estudios de las asociaciones patronales y profesionales turísticas, sitúan a nuestra provincia como la primera de España, con un crecimiento cercano al 24% sólo en este primer trimestre de 2024, pero por lo que ya se sabe de reservas, consultas vía Internet y encuestas realizadas sobre intenciones vacacionales, este verano se pondrá a prueba nuestra capacidad de duplicar e incluso triplicar poblaciones, casos de Benidorm y Torrevieja, por ejemplo, sin olvidar a la propia Alicante capital con sus extensiones playeras tanto por el sur, conectadas con las de Elche, como por el norte Albufereta, San Juan y Muchavista… Y todo esto requiere, en primer lugar, unos servicios públicos suficientes a la hora de facilitar el transporte, nutrir mercados alimentarios, servicios de todo tipo, empezando por los sanitarios y de limpieza, que obliga a un sustancial aumento del gasto en los gobiernos municipales para mantener la relación cantidad/calidad también por y para la población flotante.

No olvidemos como al principio del boom turístico en los años 60 y 70 del pasado siglo, aunque esto ya venía in crescendo desde décadas anteriores con el turismo higienista, fuimos destino predilecto de tartera y sombrilla, es decir de clases medias, hasta que con la mejora económica y social del país aumentó el poder adquisitivo comprándose muchas segunda vivienda junto al litoral y, si daba al mar, como el camarote de proa de un trasatlántico, pues mejor. De ahí los tan singularmente admirados, como también denostados (arquitectos, sociólogos, urbanistas…) conjuntos de rascacielos; tal fue el caso de Benidorm, calificado como el «Manhattan Mediterráneo», o la Albufereta alicantina, censada en el año 2023 con una población de 10 3619 habitantes en apenas 2 km², a los que hay que añadir ocupantes de segundas viviendas donde vacacionan mesetarios y extranjeros.

Gracias a los embalses de Amadorio, Tibi y de los pozos de Relleu, insuficientes si no existiera el trasvase Tajo-Segura, hay,  como diría el castizo «agua y cama pa tanta gente». Y estamos bien comunicados terrenalmente por los 3 puntos cardinales; eso sí, mucho mejor en carreteras que en vías férreas cuando se tarda, pongamos por caso más en llegar a Dénia que a Madrid, o a Murcia que a Albacete al doble de distancia. La energía eléctrica no es problema, y menos en este año cuando sus productores se ven obligados a producirla con pérdidas por saturación.

Dicho lo cual, y a lo visto, los alicantinos/a no tienen la piel tan fina como los canarios o baleares, asumimos, y de buen grado, la injerencia forastera. Probablemente porque además de ciudad de servicios y meca comercial de las comarcas limítrofes, esencialmente con grandes superficies y franquicias, también somos desacomplejados plurilingües de mente abierta y acogedora con la que el foráneo, pertenezca a una u otra clase social, raza o religión, se integra perfectamente.

Desde luego que el centro de la ciudad y los barrios costeros sufren una sobrecarga estival, ¿pero de qué viviría Alicante sin el sustancial aporte de los turistas? La única gran industria -aluminio- desapareció hace décadas; a nuestra huerta la fue ocupando en ladrillo desde mediados del pasado siglo; unos y otros políticos han dejado el ranking comercial del puerto entre los de segundas categorías; y todavía se duda si ampliar las pistas del aeropuerto compartido con los ilicitanos.

La gallina de los huevos de oro también suelta sucios plumones y gallinazas, amén de cacarear continuamente, incluso cuando intentamos dormir, pero parece evidente que gracias a los impuestos el Ayuntamiento puede invertir más y mejor en las calidades de servicios municipales y mancomunitarios, ahora que nuestros pueblos adyacentes (Campello, San Juan…) se han convertido en barrios-dormitorios de la capital; de no ser así, ahí están las próximas elecciones para remediarlo. Sin ambages ni largas, además, la Generalitat Valenciana deberá recompensar a su segundo municipio del maltrato y discriminación que tuvimos con el anterior gobierno autonómico (tal como ha reiterado el alcalde Barcala del PP). Eso implica que las inversiones que nos guste el Gobierno central, de distinto signo político, deberán ser compensadas por Carlos Mazón y su equipo de gobierno, algunos de cuyos miembros fueron antes concejales de Alicante que conselleres de la Generalitat, y conocen bien el paño del municipio.

Así pues, no me veo echándome a la calle «que ya es hora de pasearnos a cuerpo», con mis paisanos de nacencia o de acogida, pero sí de reivindicar a través de nuestras asociaciones vecinales, patronales, sindicales y de cualquier otro tipo social, tal cual es su función, reclamando mejores infraestructuras suficientemente globales, que no parches puntuales. Mientras aumentamos ese sentido y sociabilidad tan empáticos del verdadero alicantino que mira por su tierra sabiendo que el oro no se devalúa, y las excrecencias del ave pueden convertirse en compost o en desperdicios fungibles.

Si las alarmas no han empezado a sonar aquí es porque el ciudadano no ha querido tirar de la palanca; no duden que seremos los primeros en informar cuando vayan a hacerlo. Mientras seguimos titulándonos como una ciudad turística y de servicios ¿por qué vamos a cambiarlo cuando nos acercamos a un 25% más de turistas que no aspiran a playas deshabitadas, hoteles de 6 estrellas y una restauración comparable, pongamos por caso a Lyon o la Costa Brava? ¿Podemos imaginarnos a los ciudadanos de la Costa Azul, Miami o Las Vegas manifestándose contra quienes pagan una buena parte de sus nóminas y negocios?

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